Anochece y al acecho del mundo me hallo
para hurtarle una palabra o quizás
una fruta
-o tal vez solamente un momento-.
En vela
soy el delincuente que espera
escalar los muros del castillo
entrar entre las sombras a los cuartos
y de tal modo
sigilosamente hurgar para llevarme lo que es mío.
Pero así
es siempre
y al amanecer -con las manos vacías-
otra vez tengo que alejarme:
Toda la noche las luces de la casa
permanecieron encendidas.
Mientras adentro
no había nadie.
El mal ladrón
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