Mi corazón es un cerdo
que se revuelca entre begonias
y constelaciones calcinadas.
Será por ello oh carniceros
que pacífico soy como una chuleta gorda.
Por lo demás
las toneladas y toneladas de basura que
los carniceros producen, las ingiero.
Engullo las sobras de sus banquetes.
Mastico los esqueletos de sus festines.
Degluto las vísceras de sus aquelarres
y las calaveras de sus orgías las devoro.
Cada noche junto al mar
la brisa despierta las moscas y levanta
un olor especial: luna el cadáver de un perro
nubes
rosas cáscaras negras podridas chirimoyas.
Mi corazón es
un cerdo que apasionado late en su coraza de tocino.
Mi corazón es un cerdo
apretado en un chiquero de sangriento lodo.
E inconveniente alguno no tengo oh carniceros
en tragarme vuestras hectáreas de basura
en engordarme como un verano tropical
en llenarme de grasa como solterona mantecosa
en que mi destino sea el filo de un machete oscuro
un matadero oscuro un barbudo matarife
y
que el corazón con que amo al mundo
a la basura y a las puercas
sea cortado en pedacitos y vendido
en el Jirón de la Unión como anticuchos
como embutidos hot-dog chorizos en los
supermercados
para que luego hayan carniceros con cara como para ir
diciendo
por ahí
que cuán malo es el colesterol y todas esas cosas.
Ser cerdo y cantar para los carniceros
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